El pozo amargo
Uno de los grandes encantos de Toledo es la magia que desprende su historia y sus leyendas. Cada monumento, calle, edificio y rincón de nuestra ciudad nos cuenta una pequeña azaña de los que fue o lo que vivió.Hoy queremos compartir con vosotros una de las más tristes y dulces que podamos encontrar, la leyenda del pozo amargo.
Entre la calle Ave María y la calle Pozo Amargo, encontramos un pequeño pozo de piedra. Es muy pequeño y aparentemente un resquicio más de lo que fue nuestra ciudad años atrás, sin embargo, este genuino lugar alberga una triste historia de amor.
La historia cuenta que los habitantes tomaban agua del pozo para beber, cocinar y fregar sus casas, hasta que el agua se tornó en amarga por las lágrimas que había recogido de una bella judía.
Ella se llamaba Raquel, era hija de Leví, uno de los rabinos más reconocidos por su comunidad en Toledo. La joven se enamoró de un noble cristiano, Fernando.
Su historia de amor comenzó de la forma más inocente e inesperada. Fernando se había perdido por las calles de Toledo y llamó a la puerta del palacio judío preguntando por un vecino. A partir de ese instante, ambos jóvenes se enamoraron. La época, la religión y la posición social de cada uno de ellos hacía inconcebible aquella relación.
Raquel, consciente de la desaprobación que recibiría por parte de su padre, trato de ocultar su relación a su familia y entorno. Se citaban a escondidas cada noche en los callejones aledaños al pozo. Sin embargo, esa preciosa historia se vio truncada cuando un amigo del rabino observó como su única hija se besaba con un cristiano.
El padre de Raquel al recibir tal noticia entró en cólera y quiso vengarse del joven que había conquistado a su hija, arrojándolo al pozo.
Raquel lloró cada día y cada noche hasta llenar el pozo de lágrimas llenas de tristeza, amargas.
La joven judía desconsolada decidió tirarse al pozo para permanecer al lado de Fernando, su gran amor.
Nuestra ciudad guarda historias verdaderamente increíbles, ¿no crees?